Simón Lee
CEO
Pilotos, experimentos, prototipos, pruebas o ensayos son términos que muchas veces se utilizan para rebajar expectativas de algo o de una situación que podría presentar grandes dosis de incertidumbre o desconocimiento.
Por ejemplo, en el Concierto de Love of Lesbian celebrado el pasado marzo, la organización y los medios utilizaron el término de “concierto piloto” para referirse a este evento que buscaba maneras de celebrar eventos culturales seguros.
Generalmente, como el caso anterior, los pilotos acotan la propagación de un fracaso de una forma controlada, por lo que nos exponemos a una menor pérdida o pérdida controlada.
¿Piloto o miedo al fracaso?
Cuando se plantea realizar pilotos en un entorno empresarial tradicionalista, muchas veces se puede percibir como una inseguridad de quien lo promueve, y entonces se crean las facciones de los intrépidos, los neutrales y los conservadores.
Todas las posturas son correctas y comprensibles, pero cabe destacar que el miedo al fracaso es un común denominador. Ese terreno desconocido, cuando el “dashboard” está tintado de rojo, aunque se trate de una práctica muy común en un ámbito más científico-tecnológico.
«Un riesgo 0 conlleva un aprendizaje 0, y nos vuelve menos resilientes al futuro»
Quienes hayan vivido la experiencia de un comité de aprobación de proyectos de riesgo les sonará la postura de la neutralidad, ya que incluso optar por la postura conservadora implica sus riesgos: “¿Y si resulta todo un éxito?”
Cuando huir del fracaso se vuelve una práctica continuada, llegando a integrarse en la cultura de una empresa, es cuando el problema podría ser incluso letal. Perseguir un riesgo 0 conlleva un aprendizaje 0, y con un aprendizaje 0 nos volvemos menos resilientes a un futuro lleno de incertidumbres y amenazas.
Aceptarlo con humildad
De algún modo u otro, todos hemos hecho o vivido pilotos, experimentos… pero lo más duro que hemos visto a lo largo de nuestra experiencia trabajando con grandes corporaciones es que el factor determinante está en poder partir con humildad, por ambas partes, con la apertura suficiente para poder aceptar el resultado sea cual sea.
Resulta sencillo de decir, pero esta palabra (humildad) puede denotar inexperiencia e inseguridad, porque la atención se focaliza en el proyecto y se obvia que se ha iniciado un camino de aprendizaje y complementación de capacidades, dado que ni nosotros somos expertos en un core business o segmento de una empresa cliente ni ellos lo están lidiando con el ensayo-error.
Aprender de los errores
Otro factor determinante sería el aprendizaje, esa gran palabra que muchas veces se utiliza como amortiguador del fracaso, como si el objetivo perseguido se volviera algo secundario y no buscado intencionadamente.
La única forma de aprender es a base de repetición y errando, pero mientras que la humildad muchas veces se percibe como inseguridad, el concepto aprendizaje se percibe como un beneficio colateral: “Ha sido un fracaso, pero por lo menos hemos aprendido”.
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Vemos que las empresas que inician pilotos de forma habitual suelen tener inculcados en su cultura los valores de humildad, aprendizaje y tolerancia al riesgo. Sería más bien una consecuencia de un camino que ya han iniciado internamente o que fue inculcado por sus propios fundadores, aunque la presencia de estos no siempre sea cercana.
Pilotar para avanzar
Al fin y al cabo, los pilotos sirven esencialmente para validar hipótesis con el menor coste posible y maximizando el aprendizaje, dejando de ser objetivos secundarios para ser objetivos de primer nivel.
Un piloto sería la fase previa a un despliegue, donde las incertidumbres están más vinculadas a la cantidad de recursos necesarios y la mera ejecución (sin desmerecer el término ejecución, que también tiene su mérito, pero de ello ya hablaremos en otro momento).
Facilitando la experimentación
Algo apasionante de nuestro trabajo es el aprendizaje continuado que vivimos. En su momento, aprendimos muchísimo con emprendedores y sus procesos de creación de empresa mediante metodologías ágiles y “lean startup”, donde se usa más la palabra “experimento”, que también libera de tensiones y expectativas.
A su vez, en Peninsula hemos aprendido, y mucho, trabajando con grandes corporaciones, bestias en cuanto a despliegue, ejecución y afinación, pero que a veces necesitan ayuda adicional para llevar a cabo proyectos con altas dosis de incertidumbre y que requieren reactividad, agilidad y quizás un punto de vista diferente al corporativo.
Nuestro objetivo es el de aportar claridad en la incertidumbre mediante los pilotos y velar por las relaciones corporativas. Cuando nos referimos a juntar corporaciones y startups, más allá de los tecnicismos, inoculamos esa dosis de humildad necesaria para que un grande acepte trabajar con un pequeño, y que el pequeño no se sienta intimidado por el grande.